Un sacrificio para reducir la huella humana sobre el agua
Cada persona gasta de media entre 2.000 y 5.000 litros de agua virtual -aquella que es empleada directa o indirectamente para producir bienes y servicios- por día en ropa y alimentación. ¿Que no? Eche cuentas: 140 litros para cultivar, tratar y transportar el café mañanero hasta su taza; otros 170 para hacer lo propio con las naranjas que colorean su zumo; y 100 más para poder elaborar esa sabrosa rebanada de pan. Para que pueda zamparse una apetitosa hamburguesa, pongamos que de 150 gramos, ha sido necesario alimentar a una vaca durante unos cuantos años, regar los pastos que come y, con posteridad, transformar ese producto hasta que llega a su plato; en total unos 2.500 litros de agua para engullir un trozo de carne…
Y el folio sobre el que está garabateando tiene un coste asociado de 10 litros de agua, los necesarios para su fabricación. ¿Entiende ahora mejor el mensaje final que acompaña a sus e-mails en el que se le recomienda que no lo imprima? El precio ecológico que pagamos por los textiles, porque además de alimentarse hay que vestirse, son aún más prohibitivos. Algo más de 4.000 litros de agua para esa camiseta de algodón y el doble para los zapatos. ¿Más? Pues esa cervecita que reposa flemática en la barra puntúa con otros 300 litros de agua. Y un raquítico microchip de dos gramos de peso, de esos que hacen vibrar a su teléfono móvil, ha necesitado de más de treinta litros de agua para poder ser manufacturado…
Los datos son cuando menos inquietantes y dibujan un futuro nada prometedor para la Humanidad si se mantiene el actual modelo de gestión de los recursos hídricos. Así lo entiende la ONU, que ha puesto ya la vista en el horizonte del 2050 y se pone en el peor de los escenarios posibles ante el más que previsible incremento de la población mundial -se calcula que hasta los 9.000 millones de personas para esa fecha- y el consiguiente aumento de la demanda de alimentos y ropas, entre otros bienes, cuyo consumo depende del agua.
Según la Asociación Mundial para el Agua, que aglutina a 2.800 organizaciones en 167 países, es necesario fomentar una “nueva cultura del agua” con el fin de lograr que el consumidor conozca la cantidad de litros que se utilizan en cada proceso de producción y se decante por productos locales.
UNA NUEVA CULTURA Algunas voces expertas ya recomiendan que esta información sea incluida, como otras más, en el etiquetado de los artículos. Eso sí, coinciden en que debe ser la sociedad civil organizada la que promueva iniciativas de este tipo ente las autoridades y ante las propias empresas. “Hasta ahora se había centrado más la atención en la producción, pero el cambio en los hábitos del consumidor final podría ser también parte de la solución a la crisis del agua”, señalaba recientemente el codirector del organismo, Rudolph Cleveringa.
Por ejemplo, agregaba, “en muchos países hay un alto porcentaje de jóvenes desempleados, pero también hay una juventud con un enorme poder adquisitivo que está determinando las tendencias de consumo” y a los que se debería informar de las repercusiones que su comportamiento conlleva, dijo. Cualquier proceso de producción convencional, ya sea alimentaria, textil o de ocio, requiere “litros y litros de agua” en un momento, además, en el que el consumidor se decanta por estándares de mayor calidad, como la llamada slow food, que necesita todavía más cantidad de este recurso natural.
Por lo tanto, informar al consumidor de la cantidad de agua que requiere cada una de las cosas que utiliza en su día a día para fomentar un consumo responsable es uno de los retos para evitar la crisis del agua y los conflictos por este recurso que ya se vislumbran en el horizonte. Por ello, desde este organismo internacional insisten en la defensa de una de las propuestas que más apoyos tiene: consumir alimentos producidos en el entorno para evitar gastar el agua necesaria para su transporte -para producir un litro de gasolina se necesitan 50 de agua-, y aunque no existe el alimento kilómetro cero, el consumidor informado puede decantarse por el más cercano.
PATATAS POR ARROZ
En China, por ejemplo, se ha promovido el consumo de la patata porque para su cultivo se necesita menos agua que el arroz. El gran reto, sin embargo, es la carne. Es el producto que más recursos consume. Por cada kilo de carne de vacuno se gastan 15.400 litros de agua. El cerdo y el pollo, los otros grandes productos cárnicos consumidos, absorben unos 6.000 y 4.300 litros de agua por kilo, respectivamente. La producción de carne no solo representa un gasto de agua dulce importante, sino que es, además, uno de los principales problemas ambientales ya que las reses producen metano, un gas cuatro veces más tóxico que el CO2.
En la Tierra, únicamente el 2% del agua es potable y, de esa cantidad, el 87% se concentra en las capas polares en forma de hielo. El resto, en su mayor parte, se encuentra en forma de grandes bolsas bajo la superficie terrestre. Y mientras en algunas zonas el agua se derrocha, en otras la sed mata o provoca tensiones entre países. Su gestión deficiente, la escasez de recursos y los cambios medio ambientales hacen que más de mil millones de habitantes del planeta vivan en condiciones de escasez física de agua, mientras que más de la mitad de la población no disponga de un sistema de saneamiento básico de agua. Las guerras por controlar el agua pronto sustituirán a las del petróleo, temen los expertos.
Fuente : http://www.deia.com