Tenerife: sequía física y sequía cultural
Un artículo de Wladimiro Rodríguez Brito
Debemos entender que a una pluviometría pobre, como la que sufrimos, hemos de añadir una cultura que se aleja de la buena gestión de los recursos hídricos, de una manera más solidaria con la naturaleza y con nuestros agricultores
Debemos entender que a una pluviometría pobre, como la que sufrimos, hemos de añadir una cultura que se aleja de la buena gestión de los recursos hídricos, de una manera más solidaria con la naturaleza y con nuestros agricultores. El consumo urbano-turístico, los vertidos de las aguas urbanas sin depurar, las pérdidas en la red, la poca reutilización de la misma, etc.
Valga como ejemplo, que de los algo más de 130 Hm3/año de aguas urbanas, en Tenerife reutilizamos poco más del 10%. Con frecuencia tenemos problemas de contaminación, tanto en la costa como en el subsuelo.
Agua y Economía en Tenerife:
La isla fue pobre en manantiales hasta los alumbramientos de agua y pozos en pleno s. XX, los manantiales manaban una media de 40 millones de pipas/año. Con la construcción de pozos y galerías a lo largo de 1.700 Km perforados, la piel de la isla cambió (aunque no olvidemos que los coste de 1 metro de galería superan los 2.000 euros).
La mayor transformación fue poblacional, y se dio sobre todo en la costa y la zona sur, desde Tamaimo hasta el Valle de Güimar, o en la zona norte en Valle de Guerra. En la isla baja, entonces, se multiplican 12 por 10 los caudales disponibles hasta 1920, llegando a los 400 millones de pipas/año en torno a 1970.
Valga como referencia, que en la década de los sesenta, la mayoría de la población no tenía agua corriente, siendo la población de 400.000 personas, que habitaban la isla picuda.