“Las restricciones de agua en la Isla están a la vuelta de la esquina”
Las últimas lluvias apenas han aliviado la sed de la Isla, especialmente en el Sur, donde la falta de agua no solo amenaza de ruina al campo, sino que la población de medianías y zonas altas, donde no llega la producción de las desaladoras, teme al fantasma de las restricciones, algo a lo que, por desgracia, ya están acostumbrados en Vilaflor, donde no sale una gota de los grifos por las noches desde el verano pasado. Ante este panorama, Wladimiro Rodríguez Brito, exconsejero insular de Medio Ambiente y Paisaje, doctor en Geografía y una de las voces más expertas en esta materia, apela a la cultura del ahorro y reprocha a los políticos que no hayan hecho la tarea, al no apostar decididamente por la depuración de aguas. “Pero eso no da votos y el político sabe que el ciudadano quiere farolas y fiestas”, afirma.
-Ya nadie duda de que tenemos encima un problema muy serio.
“Hay un problema de limitación de recursos, pero, sobre todo, cultural. La isla de Tenerife pasó de producir 30 millones de metros cúbicos de agua en 1930 a 200 millones al año en la década de los 70 (6.000 litros por segundo). Se llegaron a perforar hasta 30 kilómetros al año de galerías y el acuífero lo acusaba. En estos momentos estamos con menos de 3.000 litros por segundo y nadie dice nada”.
-¿Por qué se ha llegado a esta situación?
“Por sobreexplotación y por la apuesta por un modelo económico”.
-Vilaflor es el municipio tinerfeño que más sufre los efectos de la falta de lluvias, con restricciones desde el pasado verano. ¿Qué medidas habría que adoptar para que el agua llegue a las zonas altas?
“Hay una galería, que es la de Niágara, de muy buena calidad, que está regando turistas en la costa, además de plátanos, cuando en esa zona esa labor la debe hacer la desaladora de Fonsalía. El agua de las partes altas debe destinarse principalmente a la agricultura. Ese es un debate que aún no hemos ganado. Llenar piscinas o regar césped no puede competir en precios con el agua para las papas, coles o lechugas. Eso no puede ser”.
-Usted es un firme defensor de una mayor reutilización de las aguas depuradas. ¿Podría ser parte de la solución?
“Por supuesto. Las aguas depuradas, que ya superan los 200 millones de metros cúbicos al año, se deberían reutilizar en mayor medida. Cuando vas a Aranjuez, ves cómo riegan unas fresas que son un lujo, y eso se hace con agua con materia orgánica de los madrileños”.
-¿Y aquí por qué no se hace con mayor determinación?
“En su día se dio un paso muy positivo con la instalación de la tubería negra, junto a la autopista, que va del área metropolitana a Las Galletas y que está en estos momentos al 100%. Tenerife fue pionera en la reutilización de aguas depuradas. Ahora, en cambio, estamos reutilizando menos del 30% de las aguas negras. El resto se está vertiendo al mar o al subsuelo, porque donde hay un volcán, hacemos un pozo negro”.
-Las microalgas del verano parecen haber marcado un antes y un después a la hora de que las instituciones se pongan, por fin, manos a la obra en el tratamiento de aguas residuales.
“El alcantarillado y la depuración no dan votos. No tenemos cultura del agua ni somos conscientes del esfuerzo de quienes han construido las galerías. En Tenerife hay más de 1.000 con más de 1.600 kilómetros. Y los nietos de quienes las hicieron hoy no las gestionan porque sus abuelos se han muerto, pero también porque tras la desgracia de Piedra de Los Cochinos, donde murieron seis muchachos, nadie quiere ser responsable de una galería”.
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