Las abejas, las grandes aliadas del agua
En época de verano es fácil encontrar a los profesionales del campo, los agricultores, realizando labores de mantenimiento en sus terrenos.
Me encontré con uno de ellos, un joven emprendedor que se dedicaba al cultivo de Pistacheros (del Latín, Pistacia vera), es decir, los árboles que producen los pistachos.
Durante nuestra amena conversación, me explicó algunos secretos del cultivo y la plantación de esta especie arbórea. Me habló de los injertos y de como lo hacían en el campo. Me desveló que, a veces, conseguían ejemplares que habían sido injertados en viveros y que luego plantaban en su terreno.
También me explicó el proceso de la plantación e hizo hincapié en las distancias entre ejemplares y en la importancia del número de machos con respecto a las hembras. Me indicó que un árbol macho produce suficiente polen para que den frutos de siete a diez árboles hembra.
Bajo un sol de justicia, rápidamente apuramos el vaso de limonada. Mientras hablábamos, estábamos protegidos bajo la sombra de un amplio porche. Me había invitado a pasar el día en una de esas casas de las que te enamoras nada más verla y en la que desearías vivir para siempre.
Entonces me habló de algo que captó todavía más mi atención y que aumentó el respeto que de por sí ya sentía por los agricultores, por ellos y por la gran labor que realizan.
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