La reducción de lluvias en el último lustro, la disminución gradual de las reservas subterráneas del acuífero en Tenerife y la pérdida de hasta el 50% en distintos puntos de la red insular a causa del mal estado de las conducciones han sido tres factores decisivos que llevaron, en mayo del año pasado, al Cabildo, a la declaración de emergencia hídrica, vigente hasta el 28 de febrero, a falta de conocer si se prorroga la medida o decae después de un otoño y casi dos meses de invierno con un régimen de lluvias por debajo de lo normal, en términos generales, especialmente en el sur tinerfeño, donde las precipitaciones, hasta ahora, han brillado por su ausencia.