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Gestionar mal el agua contribuye al cambio climático

Autor: Javier Lillo Ramos. Profesor de Geodinámica e investigador en geología y cambio global, Universidad Rey Juan Carlos

Antaño, la gestión de los recursos hídricos estuvo principalmente enfocada a cubrir la demanda de agua. Los objetivos eran satisfacer las necesidades con la mejor agua posible, en términos de calidad. 

Es en la segunda mitad del siglo XX cuando, ante la creciente presión de la demanda, surge la necesidad de garantizar la sostenibilidad del recurso. No solo hay que cubrir la demanda, sino que también hay que asegurar la protección y conservación de los recursos hídricos. 

Se produce entonces un cambio de paradigma que, en el caso de Europa, se ve reflejado en la Directiva Marco del Agua que entra en vigor en el año 2000. Es también entonces cuando se empieza a desarrollar una visión holística de la gestión, estableciéndose así el fundamento de la gestión integral de los recursos hídricos (GIRH). 

La gestión integral considera las funciones del agua como recurso natural –finito y vulnerable–, que cumple unos servicios ecosistémicos y constituye un bien social, con un valor económico en todos sus usos. 

La implementación de la gestión requiere la participación de diferentes agentes: gestores, suministradores y beneficiarios. Debe tener en cuenta que las actuaciones y decisiones a nivel local –para todo el ciclo del agua– han de alinearse con los objetivos sociales, económicos y ambientales a escala nacional y transnacional.

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