España: ¿se agotará nuestra agua?
Un artículo de JON HEGGIE
España ya es uno de los países más secos de Europa y el estrés hídrico aumenta conforme el cambio climático trae consigo un tiempo más seco y cálido. ¿Podrá soportarlo el suministro de agua del país?
En el verano de 2019, un antiguo círculo de rocas emergió de las profundidades del embalse de Valdecañas, cerca del río Tajo. Con la aparición del dolmen de Guadalperal, de 7000 años de antigüedad, los arqueólogos disfrutaron de la oportunidad de examinar el monumento en terreno seco por primera vez en 50 años. Sin embargo, esta primicia también era una advertencia: España se seca. El megalito se había sacrificado para la creación del embalse, pero los niveles del agua del lago se habían desplomado tras meses de sequía intensa. Era la primera vez que resurgía la totalidad del monumento, pero probablemente no será la última: para 2040, se prevé que España será uno de los países más secos del mundo.
Las montañas influyen mucho en la meteorología española, ya que crean zonas climáticas y sombras orográficas que exageran la aridez natural de la región y atrapan la corriente de aire subtropical cálido y seco sobre el país cada verano. Esto convierte España en uno de los países más secos de Europa, con una media anual de precipitaciones de solo 636 milímetros. Al ser tan seca, España consume en torno al 50 por ciento del agua de la que dispone, una proporción elevadísima con un margen muy estrecho entre la oferta y la demanda. Esto deja al país en una situación de vulnerabilidad ante futuras fluctuaciones provocadas por la sequía o el aumento del consumo de agua, ambos factores bastante probables. De hecho, España ha vivido cuatro de sus años más cálidos registrados en la última década.
España ya vive la cruda realidad del cambio climático: cae aproximadamente un 25 por ciento menos de lluvia que hace 50 años y las temperaturas medias han aumentado hasta 8 °C en algunas regiones. Esto contribuye a tasas de evaporación más elevadas, que a su vez provocan precipitaciones e inundaciones más intensas. Solo en los últimos 20 años, se estima que el país ha perdido un 20 por ciento de su suministro de agua dulce, el nivel freático ha descendido drásticamente y lo poco que queda de hielo glaciar en los Pirineos (ya se ha perdido un 90 por ciento) se derrite rápidamente. Con la disminución de las lluvias invernales en 2016, los embalses alcanzaron sus niveles más bajos en décadas y un cuarto de los distritos declaró la emergencia hídrica. La ola de calor subsiguiente agravó la escasez de agua y las reservas hídricas nacionales descendieron a un alarmante 57 por ciento de su capacidad en abril de 2019. La situación solo va a seguir empeorando.
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