El agua en Tenerife
Un artículo de WLADIMIRO RODRÍGUEZ BRITO
Queridos lectores, el sábado pasado El Día (este periódico) publicó unas declaraciones de los responsables políticos del Noroeste de Tenerife –comunidad que incluye los siete municipios que hay entre San Juan de la Rambla y Buenavista del Norte y cada uno con su ideología– manifestando uno de los problemas más serios que tenemos en las Islas y en el mundo: el agua. Hablamos de un bien escaso, del que hay que hacer un uso más elemental y evitar su derroche y no destinarlo a tantas piscinas, jardines o el lavado de coches, que vienen a sumarse a las pérdidas de más del 50% en las redes urbanas de distribución.
En 1981 –hace ya 40 años-–Antonio González Vieitez y quien suscribe hicimos unas manifestaciones recogidas también en este periódico –bendita hemeroteca– en un sentido similar y se produjo una enorme polémica porque pensaban que queríamos sovietizar el agua y que nos queríamos cargar a los canaleros porque las galerías estaban mal atendidas. Realmente, ese no fue el propósito de nuestras declaraciones, pero hay que reconocer que se armó una buena. Y después de 40 años me pregunto ¿Hemos aprendido algo?
Estas líneas no pretenden entrar en las hemerotecas con nostalgia y lamentos sino mirar para detrás para aprender. Se hace camino al andar y los repechos de los caminos son más llevaderos cuando lo tomamos con la experiencia de otros trayectos que ya han tenido dificultades.
En Tenerife y en Canarias hemos de tomar en serio una cultura del trabajo, de esfuerzos y de las limitaciones que nos impone la naturaleza, pero, sobre todo, de un sentido de la responsabilidad. Hay que romper los tópicos y alegatos poco maduros que hablan de bienes de forma ilimitada, bienes públicos, tecnología de la abundancia, desaladoras, agua-mangantes, especuladores, etc. Aquí no hay buenos ni malos sino un problema social y ambiental complejo como es el agua, su escasez y su gestión.