De la sobreexplotación de acuíferos a las desaladoras con renovables: Canarias busca alternativas eficientes y sostenibles para generar agua
El Instituto Tecnológico de Canarias investiga y desarrolla varios campos para optimizar cada vez más la desalinización, con actuaciones que abarcan desde transformar el agua salada en dulce con eólica y fotovoltaica a reducir la energía necesaria para su funcionamiento o valorizar los vertidos de salmuera
El mayor tesoro de Canarias está bajo tierra, pero hace años que comienza a escasear. En un territorio muy limitado en recursos hídricos en superficie, a lo largo de la historia se han perforado las islas para ejecutar 6.430 obras para la captación de agua subterránea, como pozos, galerías o sondeos, pero casi el 30% están inactivos o secos. Para garantizar el abastecimiento, desde los años 60 del siglo XX se han puesto en funcionamiento aproximadamente 335 plantas desalinizadoras cerca de las costas. La tecnología empleada en el Archipiélago para hacer apta para el consumo el agua del mar lo ha convertido en un referente mundial en este ámbito, alcanzando el techo en desarrollo. Pero ante los desafíos de los efectos del cambio climático y la transición ecológica, las Islas no solo precisan mantener el nivel freático de su fuente principal. Si se pretende reducir la dependencia de combustibles fósiles y avanzar hacia la sostenibilidad, el camino pasa por la utilización del viento y la radiación solar en lugar de centrales térmicas para generar la desalinización, también optimizar su funcionamiento para reducir la energía empleada y, por otro lado, valorizar los vertidos de salmuera que se desechan al mar con cada planta. Aún se desconoce cuando, pero ya se vislumbra cómo.
Desde hace años, el Instituto Tecnológico de Canarias (ITC) investiga y desarrolla varios campos para hacer más eficientes las plantas desaladoras. Baltasar Peñate, jefe del departamento de Aguas de la empresa pública dependiente del Gobierno regional, expone que afrontar los nuevos retos en este campo conducirá a una tercera revolución industrial en la desalinización, de manera análoga a la que cita el sociólogo y economista Jeremy Rifkin en referencia a los cambios que se avecinan con la implantación de renovables o el desarrollo de las tecnologías de la información. Con este símil, Peñate pretende hacer entender la complejidad que requiere mejorar un proceso que ha avanzado tanto como internet, desde que en 1964 se instalara la primera planta para uso urbano en Europa, que se ubicó en Lanzarote.