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El agua es un auténtico regalo para la vida de la Isla. El tinerfeño ha desarrollado todo su ingenio y, con admirable esfuerzo, ha captado los caudales que el suelo logra detener gracias a su estructura porosa y basáltica. Debido a las características volcánicas de la isla, con suelos en general porosos y permeables, una gran parte del agua de lluvia se infiltra en el subsuelo, junto con la importantísima aportación del agua procedente de las condensaciones en las zonas boscosas y del deshielo en las zonas más altas de la isla.
Así, al conjunto de formaciones geológicas que contienen agua en su interior se suma la que se acumula entre los diques, formaciones impermeables que no permiten el paso del agua infiltrada, produciéndose pequeños embolsamientos que contienen este recurso hídrico.
Sin embargo, las condiciones geológicas y el régimen irregular de lluvias han desaconsejado la construcción generalizada de presas y embalses; por ello, el porcentaje más importante de agua proviene de las galerías y de los pozos, fórmulas de captación que extraen este recurso del acuífero, porción de terreno subterráneo que almacena agua.
La Isla cuenta hoy con más de mil galerías perforadas, cuya extensión supera los 1.700 kilómetros. A ello hay que añadir unos 500 pozos, con 120 metros de profundidad cada uno por término medio. Más del 90% del agua que se consume procede de estos depósitos naturales.
Tenerife dispone de diferentes embalses (en conjunto superan los 22 hectómetros cúbicos), entre ellos más de 8.100 estanques particulares, que suman unos 13 hectómetros cúbicos de capacidad. El agua se distribuye a través de una compleja red de canales y tuberías, de más de 4.000 kilómetros de longitud.
Fuente: http://www.webtenerife.com/sobre-tenerife/climatologia/el+agua.htm